jueves, 26 de noviembre de 2009

Del aula a la red y de la red al aula

El desarrollo de la tecnología siempre ha acompañado el desarrollo de la institución educativa. Desde los tiempos mas remostos la educación hace uso y construye los elementos materiales de la cultura. Podríamos realizar un vertiginoso viaje mental a través de la historia y esbozar una fugaz imagen de la práctica escolar en relación con las tecnologías que ella ha usado: La escritura en tablillas de arcilla, el pizarrón, la copia sobre pergaminos, el libro, la maquina de escribir, las carteleras, las diapositivas, la proyección de acetatos, el parlante, las fotocopias, el televisor y el cine.

Sin lugar a dudas la presencia cada vez más creciente y omni abarcante de la red información conocida como Internet, es un fenómeno cultural insoslayable, al cual los educadores no pueden darle la espalda. Por lo general se encuentra una actitud de rechazo y una negación de sus posibilidades. Esta actitud es explicable en la medida en que la mayoría de los educadores fueron formados en una cultura escrita, con un apoyo fuerte en la cultura material soportada en libros y en copias. Pero también tiene explicación en la inercia y conservadurismo que le son inherentes a la institución escolar. Por lo general y desde antaño, siempre la escuela reviste un carácter conservador, que se materializa por prácticas normativas y sancionatorias.

Para el común de los educadores el Internet representa ese horrible lugar al cual sus estudiantes acuden como el recurso más fácil para extraer bloques de información sin procesar, que obviamente no son leídos, o, cuando acaso son medianamente leídos, no media sobre esos bloques un trabajo de lectura crítica y de apropiación. En una palabra, el Internet, desde el punto de vista del trabajo escolar, se ha convertido en el símbolo de la pereza mental. Pero además de ello también el Internet es el lugar de la absoluta distracción, en el que la frivolidad y la pornografía ponen en cuestión los procesos formativos. Como conclusión preliminar se puede decir que no se han desarrollado unas estrategias y prácticas pedagógicas y didácticas que asuman el Internet como una fuente importante y como una posibilidad rica y novedosa para ahondar el trabajo educativo.

Desde hace muchos años los pedagogos han cuestionado el aislamiento de la escuela de sus contextos y del mundo de la vida. La educación realizada de espaldas a la vida, es una educación que reproduce una visión fragmentaria que no interconecta el saber y el pensamiento con los problemas. Hoy en día, la mayoría de los jóvenes y de los niños tienen un importante acceso al Internet. Hasta hace muy pocos años este acceso era visto como un privilegio elitista, pero gracias a la difusión, al crecimiento del mercado, a la invasión de la tecnología y al particular uso que en Colombia se hace del Internet; en donde es fácil observar la proliferación de las salas en todos los lugares, particularmente en los barrios populares. El Internet no se puede seguir viendo como algo ajeno a la vida cotidiana de los estudiantes. Es una realidad de a puño que constituye un rasgo que identifica las cambiantes prácticas culturales, que incluso ha desplazado por completo el uso del correo tradicional y la comunicación telefónica.

Hoy en día es perentorio contextualizar la educación e insertarse en las prácticas culturales de los estudiantes. Interactuar con esas prácticas, cuestionarlas, orientarlas, utilizarlas y enriquecerlas. Educar también es Construir cultura. Es necesario estar a la orden del día y pensar de manera comprometida un trabajo que examine el Internet en sus posibilidades y que aprenda de las experiencias exitosas de trabajo que han realizado educadores de diferentes partes del mundo. El empleo de la Internet se puede concebir como una fuente de información y como una herramienta de interacción para el trabajo de orientación pedagógica del estudiante. Y en nuestro caso como recurso para la enseñanza de la filosofía y para la formación de un pensamiento filosófico.


El docente puede realizar una Orientación del trabajo de investigación del estudiante. Orientar es indicar. Mostrar un sentido y no permitirle al otro que se pierda. El profesor filosofo interactúa con los estudiantes, hace parte de su proceso, se compromete, lanza retos, acompaña en las cavilaciones y en la dudas, participa de los descubrimientos. Este espíritu lo hemos recibido en particular de educadores como Paulo Freire y Mathew Lipman. La filosofía se anima cuando deja de ser solo texto y es saber para la vida. Para pensar la vida y para vivirla mejor. La filosofía concebida como una practica teórica dinámica, muestra su esplendor y ayuda a construir sentido. La filosofía se revela a los estudiantes como herramienta de pensamiento y como lámpara para auscultar, preguntar y desnudar. Para el profesor filósofo el reto permanente es mostrar la relación de la filosofía con la vida y con el presente. Nuestro presente está invadido por la tecnología, nuestro presente de alguna manera es electrónico. La filosofía lo puede pensar y lo puede redimensionar.



Con el Internet se puede realizar, en primer lugar, un trabajo dentro de la institución en la medida de las posibilidades que ella tenga; orientando las consultas con el uso de los computadores para el trabajo en el aula y mostrando de manera la manera de racionalizar y de aprovechar la información que se pueda conseguir. El profesor enseña a orientarse en medio de ese caos y de ese maremagnun babélico que es Internet, en donde conviven todo tipo de informaciones de diversa calidad. Para ello debe orientar sobre ciertos sitios y fuentes. El profesor previamente debe trabajar sobre los recursos de la red conociéndolos y trazando su propio mapa de orientación.

El docente puede brindar alternativas en la red y aportar en construcción de comunidades virtuales de pensamiento y de dialogo filosófico. La red hoy es un lugar de encuentros y de desencuentros. Mostar la alternativa de dialogo filosófico enriquece la vida cultural del estudiante, le da su voz y le permite construir su propio papel ejercitándose como un interlocutor frente a una comunidad, amparado desde la intimidad de la pantalla. Es una forma de ejercitación en el diálogo con la comunidad. A la vez es ampliar el concepto de comunidad educativa más allá de los muros del aula. Y construir una practica de dialogo en la que haya una diferenciación cualitativa de ese dialogo; es imaginarse a un inquieto Sócrates paseándose por la red.



El uso del Internet no es el todo salvador, y no puede sustituir nunca el maravilloso encuentro humano, el dialogo cara a cara, la calidez del contacto y de la mirada entre la comunidad de estudiantes. De lo que se trata es de cualificar el trabajo fuera del aula y a su vez fortalecer el trabajo dentro de ella con un trabajo guiado. Para ello el gran recurso del filósofo son las preguntas orientadoras y las tareas que ellas le demandan al espíritu. Es contribuir a la socialización de la experiencia individual en el contexto de una comunidad que dialogue y replique y valide una construcción de sentido

El profesor ayuda a volver sus estudiantes en unos expertos investigadores que aprenden a examinar las fuentes con una lupa crítica. A examinarlas desde el punto de vista de su calidad y de su legitimidad. Orientar ese trabajo es colaborar en el desarrollo de la capacidad crítica y de lectura del estudiante, dotándolo de herramientas de interpretación. A su vez ese trabajo es rico en la medida en que ayude a fortalecer el trabajo escrito y la conciencia de la importancia de la cultura material escrita.

Finalmente, por ahora, la red nos brinda, además la posibilidad del conocimiento de la filosofía en su situación, la posibilidad del contacto con los filósofos a través de fotos y de videos. El contacto con lo escrito y con lo oral. Así como la posibilidad de ver videos de los filósofos hablando sobre su trabajo.

Nuestro reto es insertar la filosofía en la cultura viva, o dicho de otra manera aportar filosofía para la vida.

Julián Palau